A principios de este año estaba visitando un grupo de investigación en otra ciudad para presentar mi proyecto de tesis. Ya conocía a un par de miembros del grupo, porque nos habían visitado antes acá en Copenhague. Cuando llegué a su universidad, me reuní con ellos y todos juntos fuimos a una sala de reuniones a vernos con el resto del grupo.
Ellos me presentaron, y las cosas siguieron como de costumbre. Poco tiempo después llegó otra persona y se presentó. Yo también me presenté y, como es costumbre, tartamudeé en las "g" de mi nombre (Mig-g-guel G-g-gonzález). Otro miembro del grupo, demás que sin tener malas intenciones, me dijo "¿Acabas de dudar de tu propio nombre?" A lo que le respondí "no, simplemente soy tartamudo."
Yo soy tartamudo, y lo he sido desde que tengo 4 años. Pero ¿qué es la tartamudez?, comencemos con eso:
La tartamudez (o disfluencia) consiste en un impedimento del lenguaje en donde la fluidez del habla se ve interrumpida por bloqueos o por repeticiones. Los nombres son estándar y son transparentes: en un bloqueo, la palabra o fonema simplemente no sale. Y en una repetición, el fonema se repite varias veces y el resto de la palabra queda en pausa.
Me gustaría creer que todos conocemos al menos a una persona tartamuda, pero las probabilidades son pocas. Más o menos 0.7% de la población mundial es tartamuda. La tartamudez suele comenzar a los 4 ó 5 años, afectando tanto a niños como niñas, y suele disiparse a medida que las personas crecen. En ciertos casos, como el mío, la tartamudez persiste en la adultez. Es más común que los hombres sean tartamudos de adultos (con una relación de 4 hombres por cada mujer tartamuda).
Déjenme intentar contarles qué tal se siente. Cuando me quiero presentar y estoy a punto de abrir mi boca para decir "Miguel", sé que voy a tartamudear, y sé en dónde. Esto se llama anticipación, y es común en tartamudos: sabemos que vamos a tartamudear, y no podemos evitarlo. Digamos que comienzo la palabra, tengo una repetición en la "g" y decido empezar desde 0 otra vez. Cuando intento decir mi nombre otra vez, repito otra vez el mismo fonema, y esto se llama consistencia. Supongo que cada tartamudo es un mundo distinto y se le dificultan fonemas en particular. Al rey Jorge VI se le dificultaba la "k" (y debió ser bien difícil, porque "king" comienza con "k"). La "d", la "p", la "g", la "f", especialmente cuando están al principio de las palabras, me son difíciles. Sin embargo no es grave, y si intento por ejemplo leer un texto en voz alta, tartamudeo un poco menos cada repetición (y esto se conoce como adaptación).
No es grave, para nada. Casi nadie nota mi tartamudez en una primera interacción, especialmente si alguien más me presenta. Me pasó que una amiga acá en Copenhague solo se dio cuenta que tartamudeaba mucho después de conocernos (y eso que he dado presentaciones frente a ella).
A veces, y solo a veces, es incómodo. Y la incomodidad es mínima, irrisoria. Me pasó durante mi maestría que dejé de ordenar un tipo de café en la tienda porque literalmente no podía decir la palabra sin tartamudear (y porque la barista se reía). Pasé de comprar un d-d-de l-l-lolita de 1.200 pesos a comprar americanos de 2.000 (entonces demás que se reían solo por incentivos monetarios). También me pasó en el restaurante de la universidad que una de las personas que atendía me reconocía por mi tartamudez y me imitaba mientras pedía el almuerzo. Eso no me ha pasado en Dinamarca todavía, y eso que siempre pido un chai l-l-latte en el café de la universidad. Ojalá los estudiantes que atienden hicieran algún comentario, así me vería más motivado a cortar un poquito el azúcar.
Mis experiencias no son nada a comparación con lo que otros tartamudos experimentan. Primero porque mi tartamudez es muy sutil, a veces imperceptible, y segundo porque crecí con muchos privilegios, en una familia que me apoyó desde el principio y que no lo trató como algo extraño. No solo mi familia, sino también mis amigas y amigos, mis colegas y mis mentores. Siempre fui y soy de las personas que alzan la mano para hablar en clase, que salen al tablero, y que dicen lo que piensan. La tartamudez no me calló.
En una semana en la que estaba tartamudeando más de lo común le conté a mi supervisor de tesis de pregrado algo que me preocupaba a veces: si soy tartamudo, ¿podría seguir una vida en la academia?, ¿podría dar clases en algún punto? Él me dijo que mi tartamudez nunca había sido un obstáculo para hacerme entender en nuestras reuniones. Y eso es cierto: mi tartamudez es mucho peor en situaciones cotidianas: pidiendo un café en la tienda, presentándome frente a alguien que no conozco, preguntando por algo en el supermercado... pero no tartamudeo al dar presentaciones, al hablar de matemáticas o de mi investigación, o al dar una clase frente a un auditorio lleno de personas.1
Pero para otras personas es una historia muy distinta. La tartamudez, para ellos y ellas, se vuelve un catalizador de ansiedad, de depresión y hasta de ideaciones suicidas. Lo que me motivó a escribir este blogpost fue un podcast que escuché hace poco (en inglés), en el que una mujer relata sus experiencias con la tartamudez. Se los recomiendo mucho. Muchas de las historias que cuenta resuenan con la mía, pero otras no: a ella, por ejemplo, la psicóloga del colegio le dijo que no aplicara a UCLA (su universidad soñada) porque "debería estar buscando trabajos en donde no tuviera que hablar".
Y es que hay un tabú cultural respecto a la tartamudez (que tal vez sea más fuerte en Colombia que afuera). Yo creo que muchos creen que somos estúpidos, que no tenemos nada para decir, que no sabemos hablar. Me contaba una amiga que hacía un par de generaciones atrás no sería raro desescolarizar a tartamudos porque, pues, simplemente no aprenderán mucho. Si no saben hablar, que es algo tan fácil, cómo irán a aprender cosas más difíciles, como la tabla del 7 o la segunda ley de Newton. La conversación más sincera que he tenido sobre mi tartamudez la tuve con el hijo de un vecino, cuando él tenía 7 años (o tal vez menos). Él me preguntó "¿Por qué hablas así, Migue?", y yo le dije "ni idea, Migue" (él también se llama Miguel) "simplemente hablo así, no puedo hablar de otra forma".
Como les comentaba antes, la tartamudez en adultos es menos frecuente en mujeres que en hombres, y la razón parece estar en cómo la tartamudez se manifiesta a nivel fisiológico. En los siguientes párrafos hablo un poco sobre la parte neurocientífica de la tartamudez y en qué vamos en el entendimiento de nuestro cerebro. Debo admitir que no soy un neurocientífico, pero los artículos que encontré respecto a la tartamudez me parecieron interesantes, y quiero compartir lo que encontré. Si no estás interesado, puedes saltar hasta casi el final.
Tenemos2 un modelo con dos factores para la tartamudez: primero, hay una anomalía estructural en el cerebro, y segundo, esta anomalía se asienta cuando los tartamudos aprendemos actitudes compensatorias y evitatorias. Nadie sabe qué genera esta anomalía estructural, pero parece que hay factores genéticos involucrados (por ejemplo, mi abuelo paterno es tartamudo también).
Usando imágenes por resonancia magnética funcional, unos investigadores se dieron cuenta3 de que parece haber una correlación entre la disfluencia y anomalías en los gánglios basales, una parte del cerebro que se encarga de controlar el movimiento (y que se ve implicada en desórdenes del movimiento, como Parkinson's). Y sí, la tartamudez suele venir con movimientos involuntarios (o ticks) faciales.
Esta zona (los gánglios basales) están relacionados con vías dopaminérgicas, llegando a la hipótesis de que hay una disfunción con relación a la dopamina. Y hay más evidencia para esta hipótesis, porque la fluidez mejora cuando un tartamudo está usando drogas que inhiben de alguna forma la dopamina, y viceversa. Es decir, en el cerebro de un tartamudo parece haber un exceso de dopamina en los gánglios basales.
Los cerebros de los tartamudos parecen compensar esta anomalía en los gánglios basales usando el hemisferio derecho. Pero el lenguaje esta lateralizado en el cerebro, y ocurre más que todo en el hemisferio izquierdo. Esta parece ser una de las razones por las cuales existe el desbalance entre los sexos: en las mujeres, esta lateralización del lenguaje es menos pronunciada.2
Hay muchas situaciones en las que no tartamudeo: cuando me hablo a mí mismo, cuando canto, cuando le hablo a mis mascotas o a infantes, si estoy escribiendo al mismo tiempo (y éste es el mejor truco para presentarme en clases: me presento mientras escribo mi nombre en el tablero), si estoy repitiendo lo que otra persona me dice...4 Varias de estas actividades tienen en común lo siguiente: hay una señal externa, rítmica, que me está indicando cuándo debería decir la siguiente palabra. Este tipo de señales rítmicas externas también le sirven a pacientes de Parkinson's, reforzando aún más la hipótesis de que hay una anomalía en los gánglios basales.3
Mucha gente me pregunta si hay una correlación entre mi estado psicológico y qué tanto tartamudeo (por ejemplo, si tartamudeo más cuando estoy estresado o triste). En realidad no sabría decir. Me parece, personalmente, que se trata mucho más de tener buenas semanas y malas semanas. Hay días en los que no tartamudeo casi, y hay otros en donde todas las palabras se me dificultan. No parece haber una correlación fuerte con mi estado mental. Esto es anecdótico, por supuesto, pero parece que hay tartamudos que se curan precisamente por sumergirse en situaciones estresantes. Supuestamente la tartamudez de Bruce Willis se curó en el escenario.5 Tal vez lo mismo me pase a mí con las presentaciones y con dar clases.
Muchas personas han tartamudeado a lo largo de la historia. Aristóteles, el Moisés bíblico, pasando por Wittgenstein, Alan Turing y Marylin Monroe, y llegando a James Rodríguez y Emily Blunt. Si pudiera recomendar algo a la hora de escuchar a alguien que tartamudea es paciencia. Es común que, en la incomodidad del momento, las personas que hablan fluído ven que nos trabamos en una palabra y deciden terminarla por nosotros. No lo hagan, esperen esos dos o tres segunditos, concéntrense en qué estamos diciendo, y no en cómo lo decimos. Otra cosa que recomendaría es evitar cegarse ser prejuicioso: si tartamudeamos es porque no podemos evitarlo, no es porque no sepamos hablar o no sepamos hacernos entender.
Finalmente, la última recomendación que me gustaría dar es que se sientan tranquilos preguntando. No escribí este post para denunciar a personas que se ríen de tartamudos, o para cancelarlos. No. Tampoco lo escribí para presentarme como una víctima o como alguien que tiene una discapacidad. Escribí este post para comenzar una conversación, para hacerle saber a quienes me conocen que pueden preguntar todo lo que quieran. Que no hay ningún lío ni tabú.